EXPOSICIÓN VIRTUAL DE CALAVERAS, A PARTIR DE LA EXPOSICIÓN REALIZADA EN EL MUSEO M.G.:

EXPOSICIÓN VIRTUAL DE CALAVERAS, A PARTIR DE LA EXPOSICIÓN REALIZADA EN EL MUSEO M.G.:
EXPOSICIÓN VIRTUAL DE CALAVERAS, A PARTIR DE ESTA EXPOSICIÓN REALIZADA EN EL MUSEO M.G. (UIC), MÉXICO, D.F. PARA VER LAS IMÁGENES DE LAS ARTESANÍAS EXHIBIDAS EN EL MUSEO EN AQUELLA OCASIÓN IR DIRECTAMENTE AL ARCHIVO DEL BLOG DEL 2013. Todas las demás imágenes se han venido incorporando desde entonces según ha crecido esta colección. Además de añadidos alusivos al tema de museos, otras exposiciones y documentales acerca de este tema. Donde no se indique lo contrario, las artesanías cuyas imágenes se exponen aquí pertenecen a la Colección Gómez Arzapalo Lozano.

miércoles, 9 de abril de 2014

Vida y muerte en la cotidianidad de la existencia humana


Tomado del libro:
Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes,
 Vida, ¡No te mueras! La muerte en México a través de su artesanía festiva,
Berlín, Editorial Académica Española, 2012, pp. 17-27.
ISBN: 978-3-8465-6505-6.



La innegable brevedad de nuestra existencia, deja siempre un dejo de nostalgia y la sensación de ruptura con un proceso que no llegó a culminarse. Bien expresaba en este sentido Emmanuel Levinas, filósofo lituano, la idea de que morir es dejar siempre un proyecto inacabado (Cfr. Levinas, 1993 a y b). No importa cuánto tiempo se prolongue la existencia, al final, como dice mi tía abuela Carmen: “moriré en toda contra de mi voluntad”. Somos mortales, en palabras de Silvana Rabinovich: “subjetividad de polvo y cenizas” (Cfr. Rabinovich, 2002), si es que tenemos alguna esencia, ésta no se yergue como fortaleza impenetrable, sino como vulnerabilidad, fragilidad, fugacidad. Y es allí donde el sentido cobra particular importancia para el ser humano, pues no se trata de ceder indefensamente ante una conciencia negativa de finitud que cierna nubarrones de absurdo sobre nuestra vida, como puede percibirse en algunos pasajes de la literatura griega antigua, por ejemplo cuando el sabio Sileno (acompañante de Dionisos), le dice fría y directamente al rey Midas, cuando este lo obliga a responder qué es lo mejor para el hombre: “Estirpe miserable de un día, hijos del azar y de la fatiga, ¿por qué me fuerzas a decirte lo que para ti sería muy ventajoso no oír? Lo mejor de todo es totalmente inalcanzable para ti: no haber nacido, no ser, ser nada. Y lo mejor en segundo lugar es para ti: morir pronto” (Nietzsche, 1995: p. 52). Este aparente pesimismo, puede apreciarse también en algunos pasajes de la tradición judía, como en el Eclesiastés, cuando apuntaba Cohélet:

 

¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad!
¿Qué provecho saca el hombre
de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol?

Una generación se va y la otra viene,
y la tierra siempre permanece.
El sol sale y se pone,
y se dirige afanosamente hacia el lugar
de donde saldrá otra vez.
El viento va hacia el sur
y gira hacia el norte;
va dando vueltas y vueltas,
y retorna sobre su curso.
Todos los ríos van al mar
y el mar nunca se llena;
al mismo lugar donde van los ríos,
allí vuelven a ir.
Todas las cosas están gastadas,
más de lo que se puede expresar.
¿No se sacia el ojo de ver
y el oído no se cansa de escuchar?
Lo que fue, eso mismo será;
lo que se hizo, eso mismo se hará:
¡no hay nada nuevo bajo el sol! (Ec 1, 2-9).

 

         Regresando con los antiguos griegos, me parecen geniales las referencias en la literatura acerca de la concepción de la muerte y el destino de esa parte que este tipo de pensamiento consideró inmortal: el alma. Son verdaderas ventanas hacia lo inexorable, avances a tientas en el terreno del misterio, de algo que por un lado es certeza plena, pero por otro, desconocimiento total. Un acontecimiento que se espera indefectiblemente, pero que no sabemos a ciencia cierta nada acerca del después de… , lo que habrá una vez cruzando el umbral. En este sentido, en La Ilíada y La Odisea, se presentan en particular dos momentos que tratan de dar cuenta del cómo será aquél lugar del Misterio, donde se aglomeran las almas de los muertos, que siguen vivas pero en otra manera, pues no puede ser conforme a la vida terrena que implica el cuerpo, el cual ya no poseen. Así, podemos leer en la primera lo siguiente en derredor de los sucesos acaecidos después de la muerte de Patroclo:

 

Entonces vino a encontrarle [a Aquiles] el alma del mísero Patroclo, semejante en un todo a éste cuando vivía, tanto por su estatura y hermosos ojos, como por las vestiduras que llevaba; y poniéndose sobre la cabeza de Aquiles, le dijo estas palabras: “¿Duermes, Aquiles y me tienes olvidado? Te cuidabas de mí mientras vivía, y ahora que he muerto me abandonas. Entiérrame cuanto antes, para que pueda pasar las puertas del Orco; pues las almas, que son imágenes de los difuntos, me rechazan y no me permiten que atraviese el río y me junte con ellas; y de este modo voy errante por los alrededores del palacio de anchas puertas de Plutón. Dame la mano, te lo pido llorando; pues ya no volveré del Orco cuando hayáis entregado mi cadáver al fuego. Ni ya, gozando de vida, conversaremos separadamente de los amigos; pues me devoró la odiosa muerte que el hado cuando nací me deparara […]”. Respondióle Aquiles, el de los pies ligeros: “¿Por qué, caro amigo, vienes a encargarme estas cosas? Te obedeceré y lo cumpliré todo como lo mandas. Pero acércate y abracémonos, aunque sea por breves instantes, para saciarnos de triste llanto”. En diciendo esto, le tendió los brazos, pero no consiguió asirlo: disipóse el alma cual si fuese humo y penetró en la tierra dando chillidos. Aquiles se levantó atónito, dio una palmada y exclamó con voz lúgubre: “¡Oh, dioses! Cierto es que en la morada de Plutón queda el alma y la imagen de los que murieron, pero la fuerza vital desaparece por completo. Toda la noche ha estado cerca de mí el alma del mísero Patroclo, derramando lágrimas y despidiendo suspiros, para encargarme lo que debo hacer; y era muy semejante a él cuando vivía”. (Homero, 1969: p. 196.

 

Exactamente en este mismo sentido será la narración en La Odisea, cuando Ulises desciende al Hades y encuentra el alma de su difunta madre, expresado por el héroe a través de Homero: “Vino luego el alma de mi difunta madre Anticlea, hija del magnánimo Autólico; a la cual había dejado viva cuando partí para la sagrada Ilión. Lloré al verla, compadeciéndola en mi corazón” (Homero,  1970: p. 80). Después de atender el sacrificio debido a Tiresias, Ulises recibe de su madre noticias de su casa, su amada Penélope y su hijo Telémaco, después de lo cual continúa el relato del héroe acerca de su encuentro con la difunta madre:

 

Así se expresó. Quise entonces efectuar el designio, que tenía formado en mi espíritu, de abrazar el alma de mi difunta madre. Tres veces me acerqué a ella, pues el ánimo incitábame a abrazarla; tres veces se me fue volando de entre las manos como sombra o sueño. Entonces sentí en mi corazón un agudo dolor que iba en aumento, y dije a mi madre estas aladas palabras: “¡Madre mía! ¿Por qué huyes cuando a ti me acerco, ansioso de asirte, a fin de que en la misma morada de Hades nos echemos en brazos el uno del otro y nos saciemos de triste llanto? ¿Por ventura envióme esta vana imagen la ilustre Persefonea, para que se acrecienten mis lamentos y suspiros? Así le dije; y al momento me contestó mi veneranda madre: ¡Ay de mí hijo mío, el más desgraciado de todos los hombres! No te engaña Persefonea, hija de Zeus, sino que esta es la condición de los mortales cuando fallecen: los nervios ya no mantienen unidos la carne y los huesos, pues los consume la viva fuerza de las ardientes llamas tan pronto como la vida desampara la blanca osamenta; y el alma se va volando, como un sueño […] (Homero, 1970: p. 82).

 

En ese contexto cultural griego, base del Occidente, es interesante la conexión que se da entre la muerte y el sueño, considerados como hermanos. Hesíodo en su Teogonía, escribe lo siguiente:

Allí, los hijos de la Noche sombría tienen sus casas: Hipnos y Tánatos, dioses terribles; y nunca sobre ellos Helios resplandeciente, con sus rayos, pone la vista, cuando al cielo sube o desde el cielo desciende. Uno de ellos la tierra y el espacioso dorso del mar, tranquilo recorre, y dulce como miel a los hombres; mas del otro es férreo el corazón, y broncínea el alma cruel en el pecho, y a aquel hombre que una vez ha cogido, lo retiene –aun a los inmortales dioses odioso.

Allí enfrente, del dios infernal las casa sonoras (del fuerte Hades y de la horrenda Perséfone) se yerguen, y un perro terrible al frente vigila, cruel, y malas artes posee: a aquellos que entran halaga, ya con la cola, ya con ambas orejas; pero no deja salir nuevamente, sino que, alerta, devora a aquel que sorprenda al salir por las puertas del fuerte Hades y de la horrenda Perséfone. (Hesíodo, p. 26).

 

Es interesante destacar así la relación establecida entre el sueño y la muerte, tal vez ambos hermanados en la inconciencia, esdecir, la privación de la conciencia, hermanados por provocar el cese de la conciencia en los hombres. Esta cuestión de conciencia e inconciencia, implica la posición del ser humano frente a esto que llamamos mundo, que en su desnudez y crudeza se nos presenta como un caos originario que urge cosmificar para hacerlo propio.

El conflicto parece estar ya presente desde los mitos del origen, desde la tradición judeo-cristiana la pérdida del paraíso implica la decisión humana de extender la mano y comer el fruto del “árbol de la ciencia” con lo cual se cobra conciencia y ser conciente es perder el estado de inocencia original, un paso que no puede desandarse, no hay marcha atrás, a partir de ese acontecimiento el ser humano conciente se sabe a sí mismo inmerso en su propia situación concreta y se asume como caminante que se dirige a donde sus propios pies lo encaucen. Toma de conciencia, intento maravillosamente humano por asir las riendas de nuestro destino y controlar el derredor en provecho propio. Sin embargo, esa característica excelsa humana es penada por el mismo mito, retomando la referencia que hacíamos del génesis, a la toma de conciencia le sigue la expulsión del paraíso a un “Valle de lágrimas” donde el ser humano pagará con trabajos, sinsabores y sufrimientos su descarada osadía. En otros relatos del mundo Occidental encontramos el mismo trasfondo: Ícaro precipitado al mar por la intrepidez de su vuelo, Prometeo condenado y torturado incesantemente por su atrevimiento a favor del hombre, que al fin y al cabo, tiene acceso a algo que los dioses no tenían dispuesto que tuviera acceso de forma original. Esta idea la misma tradición judeo-cristiana lo reafirma en el Eclesiastés bajo las siguientes palabras: “Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor” (Ec 1, 18).

Ahora bien, dejando de lado a los griegos, encontramos que también en contexto cultural medio-oriental, desde muy antiguo, hay referencias parecidas en los intentos de explicación acerca del más allá de la muerte, tal es el caso de la Epopeya de Gilgamesh, donde se narra –en tablillas de arcilla- las peripecias de Gilgamesh que recorre el mundo entero para encontrar el alma de su amigo muerto: Enkidu. En la parte final de la narración, podemos leer lo siguiente acerca de este encuentro desgarrador:

 

El esforzado héroe Nergal abrió el agujero que da al mundo de las sombras, y el espíritu de Enkidu, como un hálito, salió. Enkidu y Gilgamesh entablaron conversación.

-Dime, amigo mío, dime, amigo mío, dime la ley del mundo subterráneo que conoces.

-No, no te la diré, amigo mío, no te la diré; si te dijera la ley del mundo subterráneo que conozco, te vería sentarte para llorar.

-Está bien. Quiero sentarme para llorar.

-Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón, como un viejo vestido, está roído por los gusanos. Lo que has amado, lo que has acariciado y que placía a tu corazón, está hoy cubierto de polvo. Todo está sumido en el polvo, todo está sumido en el polvo. (La Epopeya de Gilgamesh, 1993: p. 83).

 
En todo caso, acerca de la muerte en México, hay que expresar que esta conciencia de finitud en el sentido que quiero exponer aquí, se trata más bien de una conciencia optimista que significa todo a partir de la certeza en un punto final. Un punto final que pone fin, pero que a la vez hace que todo cobre un especial sentido desde el principio. No ser eternos es tener proyectos, saber que nuestro tiempo es limitado y por eso cada instante se significa plenamente. Una vida eterna no es una vida humana. En este sentido, si quitáramos ese punto final en la existencia humana, se quita también el sentido de nuestro proyecto humano, lo que queramos ser podemos serlo ahora, en un siglo, en mil años o nunca. Como esa no es nuestra condición, y somos finitos y limitados, entonces cada acción, cada decisión vale y llena de sentido nuestra frágil y breve existencia.



Referencias Bibliográficas




-      HESÍODO, Teogonía, México, UNAM, .

-      HOMERO, La Ilíada, México, Porrúa, 1969.

-      HOMERO, La Odisea, México, Porrúa, 1970.

-      LA EPOPEYA DE GILGAMESH, (Anónimo), México, CONACULTA, 1993.

-      LEVINAS, Emmanuel, Dios, la muerte y el tiempo, Ed. Cátedra, Madrid, 1993.
- NIETZCHE, Frederich, El nacimiento de la tragedia, México, Alianza Editorial, 1995.

-      RABINOVICH, Silvana,  “Espiritualidad de polvo y cenizas”, en: Shulamit Goldsmit (Coord.),Memorias del 1° y 2° coloquios internacionales de Humanismo en el Pensamiento Judío, Universidad Iberoamericana, México, 2002, pp. 48-63.





Fragmento tomado de:

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes,
 Vida, ¡No te mueras! La muerte en México a través de su artesanía festiva,
Berlín, Editorial Académica Española, 2012, pp. 17-27.
 
 

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