Elegía
Yo por mi parte digo:
¡Ay, sólo un breve instante!
¡Sólo cual la magnolia abrimos los pétalos!
¡Sólo hemos venido, amigos, a marchitarnos
En esta tierra!
Pero ahora, cese la amargura,
Ahora dad recreo a vuestros pechos.
¿Pero cómo comer?¿Cómo darnos al placer?
Allá nacen nuestros cantos, donde nació el
atabal.
He sufrido yo en la tierra
En donde vivieron ellos.
Se enlazará la amistad,
Se enlazará la corporación junto a los
tambores.
¿Acaso yo aún vendré?
¿Aún habré de entonar un canto?
Pero yo solo estoy aquí: ellos están
ausentes.
Al olvido y a la niebla yo tengo que
entregarme.
Creamos a nuestro corazón:
¿Es nuestra casa la tierra?
En sitio de angustia y de dolor vivimos.
Por eso solamente canto y pregunto:
¿Cuál flor otra vez plantaré?
¿Cuál maíz otra vez sembraré?
¿Mi madre y mi padre aún habrán de dar fruto
nuevo?
¿Fruto que vaya medrando en la tierra?
Es la razón porque lloro:
Nadie está allí: nos dejaron huérfanos en la
tierra.
¿En dónde está el camino
Para bajar al Reino de los Muertos,
A donde están los que ya no tienen cuerpo?
¿Hay vida aún allá en esa región
En que de algún modo se existe?
¿Tienen aún conciencia nuestros corazones?
En cofre y caja esconde a los hombres
Y los envuelve en ropas el dador de la vida.
¿Es que allá los veré?
¿He de fijar los ojos en el rostro
De mi madre y mi padre?
¿Han de venir a darme ellos aún
Su canto y su palabra?
¡Yo los busco: nadie está allí:
Nos dejaron huérfanos en la tierra!
MATOS
MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el
templo mayor, México, FCE, 2003, pp. 113-114.
El dolor y la
vida
Aún dolientes gocémonos en la primavera,
En medio de colores nos hace vivir el que da
vida.
Él lo sabe y él lo falla:
Cómo hemos de morir los hombres.
¡Nadie, nadie, nadie en verdad vivimos aquí!
En vano nací, en vano vine al mundo:
Estoy padeciendo.
¡Ojalá no hubiera venido al mundo!
¿Ojalá no hubiera nacido!
Y digo: ¿Qué harán los hijos que sobreviven?
Pero a nadie ofenda yo.
¿No he de ser recatado y mantener mi lugar?
Es mi destino el padecer:
¡oh, amigo mío!, mi corazón se angustia:
Entre penas se vive en la tierra.
¿Cómo vivir con los demás?
¡Si vivimos en vano ofendemos a otros!
¡Hay que vivir en paz, hay que rendirse
Y andar con la frente inclinada entre otros!
¡No te angusties, corazón mío,
No te pongas a meditar:
Es difícil vivir en la tierra doliente,
Cierto es que el dolor va en auge,
Pero ante ti y a tu lado, autor de la vida!
MATOS MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el templo mayor, México, FCE, 2003, pp. 115.