Por mucho que llore yo,
Por mucho que yo me aflija,
Por mucho que lo ansíe mi corazón,
¿no habré de ir acaso al Reino del Misterio?
En la tierra dicen nuestros corazones;
¡Ojalá que no fuéramos mortales, oh
príncipes!
¿Dónde está la región en que no hay muerte?
¿No habré de ir allá yo?
¿Vive acaso mi madre allá en la Región del
Misterio?
¿Vive acaso mi padre allá en la Región del
Misterio?
Mi corazón trepida…¡no he de perecer…
Me siento angustiado!
MATOS
MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el
templo mayor, México, FCE, 2003, p. 99.
Que se abra tu corazón como las flores;
Que viva hacia arriba tu corazón
Tú me aborreces, tú me preparas la muerte,
Ya me voy a su casa,
Voy a ir desapareciendo.
Puede ser que por mí llores,
Puede ser que te pongas por mí triste,
¡oh amigo mío!
Pero… yo me voy, yo me voy a su casa.
No dice más mi corazón:
Ya nunca más vendré
Ya nunca más he de pasar por la tierra.
Yo me voy, yo me voy a su casa.