Sólo vinimos a soñar,
no es cierto, no es cierto,
que vinimos a vivir sobre la tierra.
Como yerba en primavera
es nuestro ser.
Nuestro corazón hace nacer,
germinan flores de nuestra carne.
Algunas abren sus corolas, luego se secan.
LEÓN-PORTILLA,
Miguel y SHORRIS, Earl, Antigua y Nueva
Palabra. Antología de la literatura mesoamericana, desde los tiempos
precolombinos hasta el presente, México, Aguilar, 2008, p. 119.
¡Esmeraldas, oro
Tus flores, oh dios!
Sólo tu riqueza
¡oh por quien se vive!,
La muerte al filo de obsidiana,
La muerte en guerra.
Con muerte en guerra
Os daréis a conocer.
Polvo de escudos se tiende,
Niebla de dardos se tiene.
¿Acaso en verdad
Es lugar a darse a conocer
El sitio del misterio?
Sólo el renombre,
El señorío
Muere en la guerra:
Un poco se lleva hacia
El sitio de los descorporizados.
Sólo con trepidantes flores sale…
MATOS
MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el
templo mayor, México, FCE, 2003, p. 98.