Con flores negras veteadas de oro
Entrelaza el bello canto.
Con él vienes a engalanar a la gente,
Tú, cantor:
Con variadas flores
Revistes a la gente.
Gozad, ¡oh, príncipes!
¿Acaso así se vive ahora
Y así se vive allá en el sitio del misterio?
¿Aún allí hay placer?
¡Ah, solamente aquí en la tierra:
Con flores se da uno a conocer,
Con flores se manifiesta uno,
Oh amigo mío!
Engalánate con tus flores,
Flores color de luciente guacamaya,
Brillantes como el Sol; con flores del cuervo
Engalanémonos en la tierra,
Aquí, pero sólo aquí.
Sólo un breve instante sea así:
Por muy breve tiempo se tienen en préstamo
sus flores.
Ya son llevadas a su casa
Y al lugar de los sin cuerpo, también su
casa,
Y no con eso así han de perecer
Nuestra amargura, nuestra tristeza.
MATOS
MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el
templo mayor, México, FCE, 2003, p. 109.
¡Haya amistad común!
¡Conozcámonos unos a otros!
Sólo con estas flores
Será elevado el canto allí.
¡Nos habremos ido nosotros a su casa,
Pero nuestras palabras, nuestro canto
Vivirá en la tierra!
Sólo iremos dejando al partir
Nuestra tristeza, nuestro canto:
Sólo mediante él es conocido uno,
Se hace verdadero el canto.
¡Nos habremos ido a
su casa, pero nuestras
palabras, nuestro
canto vivirá en la tierra!
Un canto oye mi corazón…
Me pongo a llorar,
Me pongo triste…
Con flores tenemos que dejar
Esta tierra.
(¡Solamente la damos en préstamo unos a
otros!)
¡Oh, tenemos que irnos a su casa!
Hágame yo collares de diferentes flores;
Estén en mi mano,
Haya mi guirnalda de flores…
¡Tenemos que dejar esta tierra.
Solamente la damos en préstamo unos a otros!
¡Oh, tenemos que irnos a su casa!
Ah, nosotros recogemos cual esmeraldas
Tus hermosos cantos,
Autor de la vida:
También como un don de amistad:
¡Ojalá los realicemos con plenitud
Aquí en la tierra!
Por eso me entristezco yo cantor,
Por eso lloro:
No se transportan las flores
Allá a su casa;
No se transportan los cantos
¡pero viven aquí en la tierra!
¡Gozad de ellos,
Oh amigos!
Que nadie se entristezca
Aquí, amigos nuestros!
¿Puede ser acaso de nadie
Su casa esta tierra?
¡Nadie ha de quedar!
Ya se rasga el plumaje de quetzal,
Ya la pintura va desvaneciéndose,
Allá la flor se seca:
¡Todo cuanto hay es llevado a su casa!
Así nosotros somos:
Un breve instante a tu lado,
Junto a tí, autor de la vida:
¡Solamente viene uno
A darse a conocer esta tierra!
¡Nadie ha de quedar!
Ya se rasga el plumaje de quetzal,
Ya la pintura va desvaneciéndose,
Allá la flor se seca…
¡Todo cuanto hay es llevado
A su casa!
MATOS MOCTEZUMA, Eduardo, Vida y muerte en el templo mayor, México, FCE, 2003, p. 104-105.